El poder de la palabra va más allá de la simplicidad de la comunicación, va más allá de la voz y los gestos y se transforma en movimiento vivo. En el proceso coreográfico se trabajó con una base conceptual, donde se investigan diferentes discursos y sobre cómo éstos varían en claridad y credibilidad dependiendo del orador, como nuestras intenciones al hablar transforman nuestro cuerpo. Esta seguridad y actitud del orador puede envolver y rodear a otros causando una reacción e impacto en ellos ya sea positivo o negativo. Todo esto nos llevó a conseguir un desenlace en el proceso de montaje lleno de matices y energía el cual al desencadenar nos propicia un inicio y un final.